La pornografía ha ganado al fin el derecho a una existencia paralela. Así como existen los premios Oscar, existen los AVN awards; y paralelo al festival de Cannes, se realiza, en la misma ciudad, un festival porno igual de suntuoso. Este despliegue es evidencia del carácter corporativo de la pornografía actual, cuya base financiera depende de un capital diversificado que ha cruzado la frontera de lo "respetable" hace mucho. En la expansión monstruosa de la pornografía han jugado un rol de muchísima importancia las cadenas hoteleras, las compañías de televisión por cable, el mercado digital y capitales anónimos. Ya no luchan los estudios pornográficos por la legalidad, como en los años noventa, sino por espacios oficiales y legitimidad moral.

La pornografía es un reino acronímico cuyas siglas corren paralelas a las del mundo socialmente aceptado. Lejos de ser provocación moral, algunos de estos acrónimos revelan el florecimiento de la pornografía como negocio. Por ejemplo el acrónimo ATM, que igualmente significa "Automated Teller Machine" y "Ass to Mouth". El dinero y la violencia sexual convergen en esas tres letras: la pornografía se presenta como máquina de lucro y tortura.

Durante los últimos diez años, algunos estudios como Vivid y Wicked han crecido enormemente. Y para legitimizar su carácter corporativo no solamente han procedido a glamorizar la imagen física de sus actrices, también han reformado su estructura y su discurso de modo tal que los cambios presuponen nociones seudo feministas: las actrices ahora, después de ganar una buena cantidad de dinero, pueden convertirse en directoras, funcionarias o representantes de ventas del estudio en que forjó su carrera. La ilusión más obvia es aquella que verbaliza TT. Boy, un actor porno: "La pronografía es el reino exclusivo de la mujeres. Allí ellas son quienes dominan e imponen condiciones. Una mujer gana cinco veces más que un hombre".

¿ganadoras?

Lo que la ilusión corporativa oculta es la estrecha conexión entre la pornografía y la esclavitud sexual en los países de Europa del Este, su nexo con la prostitución elitista en los Estados Unidos, el circuito clandestino donde el capital y el crimen lucran con la pornografía infantil y las películas snuff.

En la pornografía la mujer está muy lejos de ser un simple objeto glamoroso. Es en realidad un residuo de las fantasías patológicas de la sociedad patriarcal. Esta allí no solo para brindar placer sexual, sino para ser humillada y destruida porque su condición pecaminosa así lo exige. De allí el lenguaje militarizado de la pornografía, cuyos títulos siempre aluden a la destrucción y a las armas: Search and Destroy, Weapons of Ass Destruction, Wreck that Ass, etc.

La pornografía, al final, es un crimen, pero no por las razones que defienden los puritanos hipócritas que en secreto la consumen, sino porque es una industria en que el capital lucra con el aniquilamiento moral y psicológico del individuo. Se trata, primordialmente, de un crimen económico y político.